Humildad no es esconderte, empequeñecerte, infravalorarte o ponerte siempre en último lugar.
Eso es falta de autoestima. Y te impide brillar y desarrollarte aquí. La verdadera humildad es sinónimo de respeto (principalmente por ti mismo, y luego, obviamente, por los demás). Y nunca te impedirá brillar. Al contrario: desde ese respeto, podrás realizarte en paz, consciente de tus capacidades y de las de los demás.
La falsa humildad siempre te mantendrá a la sombra, agazapado, más pendiente de lo que hacen los otros que de ti. De hecho, esa falsa humildad es un papel que te enseñaron de pequeño, una prohibición: “No evoluciones, no crezcas, no desarrolles todo tu potencial. Así todos seremos iguales y no tendremos que mirar en nuestro interior”. Se trata de un mandato visceral que te ordena ser pequeñito, “bueno”, obediente, sumiso y poco apasionado por la vida.
Curiosamente, ese mandato proviene de personas que tampoco se aman a sí mismas, y que fueron enseñadas a no brillar. Y eso se tiene que acabar. Tienes que ponerle punto final. Por ti y por todos nosotros. Ni te ayudas ni nos ayudas viviendo a medias, actuando así o asá para no ser juzgado por personas inconscientes.
Que brilles no es falta de humildad, sino tu verdadera misión aquí. La misión de tod@s.
Nuestra verdadera esencia. Así que deja de sentirte culpable hasta de respirar y… ¡BRILLA DE UNA VEZ!
(Javier López Alhambra)